sábado, 18 de mayo de 2013

United Fruit Company: 114 años de golpes de estado en Latinoamérica



En Colombia está a punto de producirse un hito en la historia de Latinoamérica. La Chiquita Brands Company, heredera de la tristemente conocida  United Fruit Company, va a sentarse frente a la justicia para responder por sus relaciones con el paramilitarismo colombiano. Esta empresa norteamericana, acostumbrada a poner y quitar dictadores a lo largo y ancho del continente americano durante el siglo XX, está acusada de financiar a diferentes grupos paramilitares con el fin de expulsar de sus tierras a miles de campesinos para poder apoderarse de ellas y extender sus latifundios. Una práctica que fue llevada a cabo durante décadas con la complicidad del gobierno colombiano, incluyendo el de Álvaro Uribe, y que ocasionó alrededor de 11000 víctimas mortales.

Para entender la importancia de este acontecimiento histórico hace falta remontarse a los inicios y la trayectoria de una empresa cuyo nombre es sinónimo de terror y muerte para los habitantes de la mayoría de los países de América Latina.

La United Fruit Company nació en 1899, cuando los empresarios estadounidenses  Minor Keith y Andrew Preston fusionaron sus empresas de cultivo y transporte de bananos. Durante sus primeros años de existencia, la UFC consiguió hacerse con cerca del 80% del mercado frutícola estadounidense, hasta que debido a la gran depresión, sus acciones comenzaron a devaluarse y la empresa fue adquirida por Sam Zemurray.

Desde su fundación, la United Fruit  llevó una política de compras masivas de terrenos en los países del sur del continente americano, pagando por ellos un precio mucho más bajo del que sus competidores directos podían permitirse,  para posteriormente dejar la mayoría de las tierras sin cultivar so pretexto de sequias o problemas técnicos. De esta forma la empresa logró hacerse con el monopolio del mercado de frutas en el continente americano y controlar por completo los precios del plátano y otras frutas.  Además la empresa, obsesionada con el logro de grandes márgenes de beneficio, ofrecía a sus trabajadores un sueldo miserable y unas condiciones de trabajo cercanas a la esclavitud.

Para poder mantener estas condiciones de trabajo sin que sus trabajadores se revelasen, y para asegurarse de no tener que pagar prácticamente impuestos por exportar sus productos a EEUU, la UFC comenzó a implicarse en la política interna sudamericana, sobornando a los abundantes dictadores que proliferaban por aquella época y reprimiendo salvajemente cualquier forma de sindicalismo o protesta laboral que atentase contra su desarrollo, interviniendo activamente en países como Argentina, Colombia, Cuba, Guatemala, Costa Rica y Honduras.

De esta forma  la United Fruit, apoyada por el Departamento de Estado norteamericano, comenzó a ser la gobernante de facto de los países en los que poseía intereses económicos. Una de las primeras acciones violentas impulsadas por la UFC que se conocen, es la “Masacre de las Bananeras” de Colombia, cuando la compañía logró convencer al gobierno para que reprimiese a tiros una protesta de trabajadores plataneros, ocasionando 300 muertos.

Pero quizás uno de los hechos más graves en los que ha estado implicada la United Fruit Company es su participación directa en el golpe de estado que derrocó al presidente guatemalteco Jacobo Arbenz. Arbenz había sido el candidato de una coalición de izquierdas que había ganado las últimas elecciones en Guatemala y consecuentemente con sus ideas y su programa electoral, había diseñado una ley de Reforma Agraria que pondría punto y final a los privilegios de los grandes terratenientes y expropiaría las tierras que se encontrasen sin cultivar. Esta medida suponía un serio ataque contra los intereses de la UFC, que no tardó en tomar cartas en el asunto.

La empresa norteamericana dio comienzo a una feroz campaña propagandística contra el gobierno de Arbenz, acusándolo de comunista y reclamando la intervención de EEUU para liberar a Guatemala de la “bestia roja”. Por aquel entonces  el director de la CIA,  Allen Dulles era al mismo tiempo socio de la empresa de abogados que defendía a la compañía platanera. Otros muchos altos cargos del gobierno estadounidense incluyendo al hermano de Allen Dulles, desempeñaban  importantes cargos en la empresa.


Finalmente la United Fruit Company, con el apoyo de la CIA, financió un ejército mercenario que, liderado por el General Castillo Armas, lanzó desde Honduras una ofensiva militar que acabo con el derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz y su expulsión del país tras ser humillado públicamente en el aeropuerto. Esto sentaría un precedente y en lo sucesivo la UFC participaría económicamente  apoyando el derrocamiento de numerosos gobiernos progresistas y financiando a sanguinarios dictadores latinoamericanos.

En 1959, tras el triunfo de la revolución cubana que derrocó al dictador proyanki Fulgencio Batista, la platanera norteamericana  que poseía la mayor parte de los terrenos cultivables de la isla de Cuba, se prestó a financiar la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos aportando parte de su flota para el traslado de los comandos. Afortunadamente en aquella ocasión los invasores consiguieron ser rechazados y el pueblo cubano vio como a través de una Reforma Agraria, las tierras que anteriormente habían estado en manos de los grandes latifundistas extranjeros, eran repartidas entre los campesinos.

En los últimos años, aparte de las probadas relaciones de Chiquita Brands Company con el paramilitarismo Colombiano, se ha relacionado a la heredera de la UFC con el golpe de estado que en 2009 derrocó al presidente electo constitucional Manuel Zelaya, y le sustituyo por Roberto Micheletti, un político de corte conservador.

Esta es la historia de una de las multinacionales más poderosas del mundo. La historia de la empresa que sembró el terror en Latinoamérica durante décadas y que después de cambiar de nombre siguió cometiendo atrocidades hasta llegar a nuestros días. Lo más probable es que el proceso penal que se ha abierto contra ella no arroje ningún resultado y alguna cabeza de turco pague por los crímenes cometidos por una empresa norteamericana en el nombre y beneficio de los EEUU.

No deja de ser curioso y representativo que los medios de comunicación hayan obviado prácticamente en su mayoría, la noticia del macroproceso abierto contra Chiquita Brands Company. Cómo la violencia que vive Colombia diariamente, es una violencia “aceptable” ya que es un gran aliado de EEUU y no es conveniente tratar mal a los amigos. Especialmente cuando Latinoamérica ha empezado a despertar y a liberarse del yugo imperialista que la convirtió en el patio trasero de EEUU durante lustros. 

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