Si hace un año elaboré aquí una breve reseña sobre el documental Colombia Invisible realizado por el periodista Unai Aranzadi; en esta ocasión, haré lo propio con la obra del mismo autor Jambo Amani? (Tenemos Paz?), que ha sido proyectada en la Alhóndiga bilbaína por el Festival de Cine Invisible de Bilbao. El certamen, que cumple seis meritorios años de promoción del cine social, proyecta desde 2009 valiosas piezas que muestran caras e historias de este mundo que no suelen aparecer en los grandes circuitos de festivales de cine comercial, ni mucho menos en los grandes medios de comunicación.
En este caso, Jambo Amani? pretende mostrar un pedazo de las vidas de un grupo de milicianos del FDLR (Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda) que optan por acogerse al programa de la ONU para renunciar a la violencia, entregar las armas y vivir fuera del conflicto que ha causado varios millones de muertos en la región. Para ello, Aranzadi nos acerca a la historia de estos milicianos, muchos de los cuales fueron reclutados de niños y confiesan no recordar a cuántas personas han asesinado y violado a lo largo de sus erráticas trayectorias.
En constraste con Colombia Invisible, una de las cosas que más llaman la atención de Jambo Amani? es la descripcion sutil y austera que el periodista vasco emplea para enfocar el conflicto y la historia, sin que ello prive de cierta carga crítica al film, que se advierte en los últimos minutos y a la que me referiré más adelante. En Colombia Invisible, una cinta que dobla la duración de Jambo Amani? (34'), eran muchas las voces críticas que describían el conflicto colombiano y muchos de los culpables simbólicos son identificados con dolorosa claridad. Quizás la cercanía cultural que un director vasco puede tener con un país latinoamericano facilite esa inmersión a pleno corazón en el conflicto al igual que en este blog se escribe más de Venezuela que de Yemen.
En el documental desarrollado en el Congo, ese Cine-Puño que golpea más certeramente la conciencia en Colombia Invisible se ve sustituido por el Cine-Ojo que trata de mostrar la realidad de la manera más objetiva posible. La vieja aspiración del soviético Vertov parece cerca de alcanzarse en Jambo Amani? habida cuenta de la gran dosis de realismo que desprenden sus planos, sus escenarios y sus protagonistas, cuyos rostros, palabras y lenguaje corporal hacen intuir al espectador el estado de angustia en el que viven. Esto se palpa especialmente cuando al principio del mediometraje un operario de la ONU les anuncia con cierta efusividad: "Habéis llegado a las Naciones Unidas, todo ha terminado". El final de la obra no compartirá semejante optimismo.
Al llegar al campamento de la ONU, los milicianos planean cuál puede ser su futuro en la nueva vida que desean comenzar. "Mi pasado será un secreto que nadie debe conocer", afirma uno totalmente convencido al mismo tiempo que un compañero suyo de nombre Kasapó exhibe unos ojos desorientados tras abandonar la disciplina del grupo guerrillero. Mientras, una charla matrimonio-médico sobre la posibilidad de contraer Sida a mitad del documental agarra violentamente al espectador occidental del brazo y lo baja a uno de esos pedazos del infierno que tanto acostumbran en el continente africano.
Tras cumplir los trámites en el puesto de la ONU, los exmilicianos llegan a Goma, una ciudad caótica y dura por lo que muestra la película, para ser alojados en hogares que puedan ayudarles a comenzar su nueva vida. Es en ese punto cuando se ve con claridad que, para algunos de estos jóvenes, haber abandonado el frente no significa haber abandonado la guerra. Que si la vida en África acostumbra a ser dura, para alguien que ha vivido de la devastación, la violencia y el atropello desde muy pequeño, afrontar la supervivencia en la despiadada gran ciudad moderna puede ser peor que una vida en el corazón de la guerra metralleta en brazo. Así, mientras el más tenaz de nuestros protagonistas (el que tiene un hijo y quizás una mujer con Sida) logra integrarse con dificultades, Kasapó opta por volver al campo, donde será captado otra vez por el FDLR, tal y como informa escuetamente Aranzadi mediante un breve epílogo final.
En resumen, si Colombia Invisible representaba a la oligarquía y al imperialismo occidental claramente y los identificaba como el bando que explotaba la pobreza y el sufrimiento del pueblo colombiano, Jambo Amani? reafirma el aire pesimista con el que se miran desde el "Primer Mundo" los problemas que sufre África, a la vez que ahonda en los escasos medios que la ONU dispone para solucionar verdaderamente estos conflictos. Es por ello por lo que Jambo Amani? resulta mejor estéticamente y de excepcional valor periodístico aunque su carga ideológica es mucho más ligera y abierta.
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