sábado, 29 de octubre de 2016

Muerte del Régimen del 78 y nacimiento de la nueva derecha

¿Quién le dice NO con esa cara?
Que el PSOE haya hecho presidente al conservador Rajoy en la tarde de hoy 29 de octubre del 2016 es una decisión histórica en toda regla. Es también una decisión simbólica pues las decisiones reales, las que marcan tendencias y dividen la Historia en etapas, fueron tomadas hace tiempo por poderes que hablan poco si no es en boca de sus vasallos más aventajados como Felipe González o Susana Díaz. La decisión del PSOE de rendirse a su sempiterno adversario estaba tomada desde hace tiempo y solamente nos quedaba comprobar la manera en la que se iba a hacer. Como la capitulación ha sido tan mediática y sangrienta, amén de haber zanjado un período histórico en España, merece la pena repasar lo ocurrido y reflexionar.

El PSOE fue siempre el partido por excelencia del régimen del 78, de igual manera que la Transición fue su mito-hecho fundante, el diario El País la voz que lo anunció y defendió hasta las últimas consecuencias –esto es, haberse convertido en un panfleto– y el Rey la figura intocable que unía el régimen del 78 con el régimen anterior, el depositario de las esencias que dominaron la Transición: la impunidad del pasado franquista, la seguridad de sus élites y el cierre de las esperanzas republicanas. Es por ello que ver al PSOE arrodillado ante el PP supone una imagen que dice muchas cosas sobre el fenecido Régimen del 78. 

El desenlace a esta crisis de régimen se veía venir en el último año, cuando nos cercioramos de que ninguno de los partidos de oposición tenía fuerza para gobernar en solitario ni voluntad de hacerlo en coalición. Mientras éstos se enzarzaban en propuestas y discusiones que no llevaban a ninguna parte para satisfacción de los mass media, el PP se dedicaba a destruir discos duros y ordenadores a la espera de que los votos llegaran por sí solos. Mientras las instituciones del Régimen como el PSOE y la Casa Real trataban de ponerse maquillaje y quitarse la corbata, el PP de Rajoy dejaba correr  el tiempo como si no pasara nada, ajeno a las algarabías mediáticas. Vencer a tus adversarios por inmovilismo y aburrimiento. Así fueron los últimos años de vida del Régimen del 78.

Ahora empieza otra etapa para el país. Y lo hace porque el actual PP, el único partido que tiene asegurados 7 millones de votantes en la España de hoy, ha decidido que el sistema bipartidista en el que ellos y socialistas se dividían las legislaturas ya no daba más de sí. También lo hace porque en el horizonte tienen un atractivo proyecto de poder que aspira a convertir el país en una finca para el partido, acostumbrado a mutar en banda criminal en cuanto obtienen el poder absoluto de una región.

Si hubiera querido salvar el Régimen, al PP le hubiera valido con ceder en algunas propuestas simbólicas al PSOE para que éste facilitara la investidura de Rajoy con cierta dignidad. Habría sido alabado por la mayoría de la prensa y habrían revivido esa entelequia llamada "espíritu de la Transición". Sin embargo, el PP optó por una estrategia aprendida del régimen anterior al del 78 y escupió en la cara al PSOE, esperando a que las piernas de barro de los socialistas se fueran deshaciendo a medida que andaban. 

Con ello, ha cercenado para muchos años la cabeza de su rival. No rival en cuanto a proyecto de sociedad, pues las políticas esenciales de ambas formaciones no varían mucho de lo que les dicte Bruselas, pero sí rival en el ejercicio del poder en España. La acumulación de cargos públicos y administraciones a lo ancho del país es el suculento proyecto que el PP espera poder ejecutar de aquí en adelante ya que el mapa electoral del país se ha vuelto absolutamente azul popular, a excepción de Cataluña y Euskadi.

La oposición del futuro
Está por ver si se podrán reunir fuerzas que se opongan al proyecto de poder absoluto de esta refundada derecha española. De momento, ocupa casi todas las administraciones del Estado, tiene el poder judicial comprado y en el bolsillo, controla el poder mediático y se alimenta del poder económico, ha reformado recientemente un cuerpo legislativo autoritario  hecho ad hoc y tiene una oposición aún por formar.

A día de hoy, el PSOE está moralmente arruinado y la Historia debería condenarlo a la pasokización. Sin embargo, no tiene pinta de ser así. O al menos no de manera absoluta. El PSOE puede hacer valer su condición de ave fénix y resucitar una vez más, aunque difícilmente será para gobernar, sino para contener al bloque Unidos Podemos, verdadera oposición al PP en lo ideológico y generacional. Además, el aparato socialista cuenta con una masa de votantes muy fieles que acostumbra a dar nuevas oportunidades al partido cuando éste les decepciona. Por no hablar del PSOE que representan Felipe González y Susana Díaz, que actúa con un apego ciego a los poderes fácticos del país.

En ese marco, ¿puede la UP heredar el papel que el PSOE tuvo en el Régimen del 78? ¿Se configurará como una oposición fuerte al proyecto de poder absoluto de inspiración franquista del PP? ¿Cómo debería articularse dicha oposición teniendo en cuenta que deberá alternar: Congreso con calle, alcaldía con lucha sindical, símbolos con hechos? Ese es el reto de la UP en esta legislatura: dejar claro al pueblo español que ellos son la única oposición real al PP, exceptuando la cuestión catalana, cuyo desenlace es lo único que podría deslegitimar el proyecto de esta nueva derecha desacomplejada, aunque también facilitaría su poder al vaciar de oposición lo que quede de país.. 

Para Iglesias y los suyos, será una lucha contra los elementos, los que probablemente finiquitarán sus aspiraciones. Porque no hay que olvidarlo. Podemos y la UP han sido retratados ante la opinión pública como los valuartes del caos y de lo imposible. Y es bien sabido que los españoles todavía prefieren la mierda que les rodea a un país distinto que ni siquiera pueden  imaginar. Porque, mientras que la mierda huele, lo otro no se puede concebir, mucho menos tocar.

Vienen años duros para los que creímos –o quizás fue únicamente que soñamos– que la crisis del Régimen del 78 podía saldar las deudas históricas que nos dejó la crisis del régimen franquista. Ello no ha sido así sino que hemos sido testigos de la refundación de una derecha prepotente, autoritaria y orgullosa de su orígenes que tan bien encarna Rafael Hernando, ese señor que parece salido de las cortes franquistas y que hoy sonreía con el derrumbe del PSOE, su manso y moribundo adversario que parece dar sus últimas bocanadas de aire tras la estocada que le han inflingido hoy en el Congreso.