jueves, 26 de octubre de 2017

John Reed, un periodista yankee en la Revolución


De pronto, comprendí que el religioso pueblo ruso no necesitaba ya de sacerdotes que le abrieran las puertas del paraíso. Estaba edificando sobre la tierra un reino más esplendoroso que el de los cielos, un reino por el cual era glorioso morir. 
          John Reed al presenciar un entierro en Moscú en los primeros días de la Revolución.

John Reed está inseparablemente unido a la revolución rusa. Amaba a la Rusia soviética y se sentía cerca de ella. Abatido por el tifus reposa al pie de la muralla roja del Kremlin. Quien ha descrito los funerales de las víctimas de la Revolución como lo hizo John Reed, merece tal honor.
                     Nadezhda Krupskaya, destacada militante bolchevique y esposa de Lenin. 

La primera vez que leí el nombre de John Reed fue en una larga noche de navegación por la Wikipedia hará unos diez años. Buscando información sobre la revolución rusa llegué a la famosa momia de Lenin ubicada en la Plaza Roja moscovita y de las otras tumbas que rodeaban la muralla roja del Kremlin. Me percaté que los restos de dos americanos, John Reed y Bill Haywood, reposaban allí. Indagué de manera escueta en las vidas de ambos. Por un lado, Haywood había sido un prestigioso sindicalista a nivel mundial mientras que Reed se había convertido en el gran cronista de la revolución. Los dos habían tenido que morir en Rusia al ser considerados espías en EEUU. Durante unos años, la figura de Reed siguió revoloteando en mi mente cada vez que me acercaba al evento del que se cumplen 100 años sin atreverme a leer sus obras. Incluso no supe apreciar una visita a Moscú en la que vi su tumba, donde fue enterrado tras morir de tifus en 1920.

Entonces, hará 7 años, el diario Público inició una colección de libros titulada Pensamiento Crítico siendo la obra Diez días que estremecieron al mundo uno de las obras promocionadas. Decidí agarrar el libro y adentrarme en aquel pedazo de Historia tan mitificado como desconocido que me parecía la revolución rusa. Años después me leí de una tacada los otros tres libros publicados por la editorial navarra Txalaparta: México insurgente, Hija de la revolución y La guerra en el frente oriental.  De las obras de Reed guardo un recuerdo excelente en los periodístico y cálido en lo humano y tengo asumido que las volveré a leer algún día.

Una personalidad inquieta
Nacido en 1887 en una familia acomodada de Oregon, en el noroeste de EEUU, Reed estudió en Harvard, una de las universidades más elitistas del país. Ya en la propia Harvard, Reed se destacó por su activismo y por su popularidad ya que era un tipo divertido y desenfadado, capaz de desenvolverse en cualquier situación como demostrará a lo largo de su carrera. Al salir de Harvard, se consolidó rápidamente como uno de los más prestigiosos escritores de izquierdas, acercándose a las ideas socialistas durante su vida en el bohemio barrio de Greenwich Village de New York.


Podría haberse convertido en un notable escritor alternativo, de moderadas tendencias de izquierdas pero sin cuestionar el sistema desde su base. Habría tenido una larga y próspera carrera. Su personalidad alegre y apasionada, además de su talento, le habrían asegurado semejante vida. Pero pronto se vio que Reed no iba a ser uno más. De su época en New York y sus viajes a Europa nos legó unas maravillosas piezas periodísticas sobre los bajos fondos de la sociedad, artículos acerca de miembros del lumpenproletariado, a los que Reed se acerca con sincera amistad y solidaridad.

Mientras tanto, recorre el país cubriendo conflictos laborales, como en la huelga de la industria textil en Patterson, donde conoce y hace amistad con Bill Haywood. En 1914 llega a Colorado, donde se ha producido una masacre de mineros del carbón. Estos reportajes sobre el lumpen y el proletariado están incluidos en el más personal de los libros publicados en castellano, Hija de la Revolución. Reed rebosa contenido humano y lo combina con profundas dosis de crítica social.

En México insurgente, escrito en 1914 sobre la revolución mexicana, se corrobora  la personalidad aventurera, solidaria y entrañable del periodista americano, que se mezcla a pie de revolución con el pueblo mexicano, mientras nos describe las características de ese pueblo, el trasfondo de esa revolución tan singular y las bellezas y particularidades de México. En el plano estilístico, Reed innova con diversas formas narrativas y perfecciona el que se convertirá en su género más refinado: la crónica periodística.

1ª Guerra Mundial y la Revolución Rusa
Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, Reed se opone a ella, convencido de que la masacre que se avecina es un capricho de las potencias imperialistas en el que el proletariado está abocado a la muerte. Es enviado a la Europa en guerra como corresponsal, experiencia de la que saldrá el libro La guerra en el frente oriental. Decepcionado por el fracaso de la Segunda Internacional, Reed entrevista a Karl Liebknecht, el valiente marxista alemán que ha votado contra los créditos de guerra en Berlín. En el frente oriental, describe a un pueblo serbio consumido por las enfermedades y a un decadente imperio otomano; se percata de la creciente indignación de muchos soldados en las trincheras; observa el desastre del ejército ruso y presencia la violencia que sufren los judíos en el suroeste del Imperio del Zar.

Finalmente, es arrestado junto a un periodista británico en Rusia acusado de espía ante el desprecio del embajador estadounidense en Petrogrado. Gracias al embajador británico, ambos periodistas serán liberados. A su vuelta a EEUU, Reed conoce y se enamora de la escritora feminista Louise Bryant, con la que comparte una hermosa relación libre de ataduras.

EEUU, tras un tiempo de espera, decide entrar en la guerra que tan bien conoce Reed. Evidentemente, éste se opone a la decisión tomada por el presidente del país, Woodrow Wilson. El patriotismo incuestionable margina las posiciones de Reed, que en agosto de 1917 decide embarcarse en un viaje que le lleve a la entonces agitada Petrogrado. Junto a él, viaja su compañera.
Portada de la película Reds (1981), dirigida y protagonizada por Warren Beatty junto a Diane Keaton y Jack Nicholson. Es, en muchos aspectos, un film valiente aunque lejos de ser perfecto.
Reed y Bryant llegan en pleno "asunto Kornílov", el golpe de estado con el que la reacción cree que va a cortar las alas a una revolución que se estaba yendo de las manos. Prontamente, Reed va a simpatizar con el proceso popular organizado en soviets que se está dando en Rusia. Entrevista a personajes como Kérensky, Kámenev o Trotsky; se mezcla una vez más entre las masas, con las que conversa y de las que aprende; asiste a mitines y sesiones del soviet; recopila periódicos y panfletos; persigue a esa sombra que es todavía el fugitivo Lenin y, finalmente, asiste a la toma del Palacio de Invierno y los primeros meses del gobierno bolchevique en un conjunto de crónicas insuperables.

En Diez días que estremecieron al mundo, Reed consigue lo que solo unos pocos han conseguido a lo largo de la Historia. Lo que el reportero polaco Kapuscinsky consigue en Un día más con vida, donde narra los primeros días de la independencia de Angola, o Patricio Guzmán en sus documentales La batalla de Chile, que narra el fin del gobierno de Allende y las aspiraciones de las masas proletarias chilenas. John Reed consigue fotografiar uno de los momentos más intensos y complejos de la Historia de la humanidad y guardarlo para la posteridad.

El libro te lleva al Petrogrado y te invita a vivir en esa ciudad chispeante. Y, como no podía ser de otra manera, Reed te obliga a escoger bando. Él lo hizo, no tuvo dudas a la hora de hacerlo. Como bien avisaba en el prefacio de su obra cumbre: "Durante la lucha, mis simpatías no eran neutrales. Pero, al trazar la historia de estas grandes jornadas, he procurado estudiar los acontecimientos como un cronista concienzudo, que se esfuerza por reflejar la verdad".

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